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Valentín Villalón Benítez

POEMAS FESTIVOS

 (Los personajes que aparecen en estos poemas son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)





 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

        



A UN CONCEJAL CONSERVADOR, que un día de invierno dejó la escuela con la calefacción apagada. Tenía constancia del cuidado que él dedicaba al butano y a la calefacción para la escuela, desde hacía mucho tiempo,  y había observado que esto no pasaba nunca antes, por lo que vino a mi el recuerdo un dicho que había oído en casa de mi madre, atribuido a mi abuelo Primitivo, que decía: No es lo mismo ser ladrón que guardia civil.

Hacía muchos años que yo había sido alcalde de éste puebloy recordaba como él siempre tenía un especial cuidado en recordarme, cuándo íbamos a necesitar combustible.

 

Aquella tarde, cuando bajaba de su clase, con otro compañero,  les estaba esperando en el descansillo de la escalera, junto a la puerta de mi clase, y al pasar abrí y les mostré los versos, que previamente había escrito en el encerado. Les vi leerlos atentamente y comenté con ellos lo que decía mi abuelo cuando observaba que, ante un mismo hecho, no era consecuente que la misma persona mantuviera criterios diferentes. Con cierto humor comentamos los versos, cerramos la clase y bajamos las escaleras, mientras el concejal  que a la vez era director del centro nos dijo: el gasoil hacía tres días que estaba pedido y que llegaría esa misma tarde, según le había comunicado la empresa suministradora. Me disculpé, pero los versos, ya estaban escritos.

 

 

 

LA  DERECHA  DE  MI  PUEBLO

 

En el pueblo en que yo vivo,

haciendo honor a su nombre,

se han unido en Alianza,

todas las gentes de orden.

Han empezado a juntarse,

y celebran reuniones

para buscar candidatos

a próximas elecciones.

Locos se vuelven buscando,

cuál de todos será el hombre   

que a la victoria les lleve  

y evite males mayores.

Piensan todos que la izquierda,

a la que acusan de ¨progre¨,

le traerá el divorcio,

le fomentará los vicios,

aumentará las pasiones,

y hasta sus pobres beatas,  

querrán hacerles que aborten.

Y son muchos los que piensan,

que han de hacer cosas peores.

Se llevarán las gallinas,

los dejarán sin jamones,

y evitarán en la Iglesia,

los rezos y procesiones.  

Por remediar tanto mal,

en labradora cocina,

celebran sus reuniones,

y afanosamente buscan,

el hombre que ha de ganar

las próximas elecciones.

Pero ¿cuál es el mejor?

¿cuál  ha de ser nuestro hombre?

Necesita cualidades

para vender sus razones.

Ha de convencer a todos

para que todos lo voten.

Unos claman a la Virgen.

Otros claman a San Jorge.

Y con firmeza proclaman  

sus cerradas opiniones.

Siendo más fuertes sus voces,

que de peso sus razones.

Y en movida algarabía

estas palabras se oyen.

Éste es para mí el mejor.

Aquél parece más hombre.

Al que vamos a votar.

El que le gusta a mis jefes.

Si lo votáis que me borren.

¡Vete enseguida a la calle!

¡Enseguida me voy, hombre!

Que no llegamos a nada,

y el tiempo ... corre que corre.

 

 

 

 

 

Al fin sacaron sus listas.  

 

“A unos salvapatrias, que ante el peligro de que su pueblo fuera administrado por rojos, se sacrificaron y formaron una lista electoral con sus nombres. Como tributo al sacrificio por ellos realizado, y lamentando su sacrificio aquí dejo mis versos”.

 

 

Al fin sacaron sus listas.

Listas a sus electores.

Después de mucho pensar,

tras múltiples reuniones.

después de muchos fracasos

y muchas sofocaciones,

muchas horas de vigilia,

enconadas discusiones,

mucho dolor de cabeza

y pastillas a montones.

Han logrado presentar

listas a sus electores.

Todos  gentes  de derechas.

Todos creyentes gestores.

No admiten a los ateos,

ni putas, ni maricones,

ni quieren a socialistas,

ni de U.C.D. desertores.

Y esperanzados aguardan

las próximas elecciones,

que les darán la victoria

y harán valer sus razones.

 

 

 

         SEMBLANZA.            

 

 

                    Serio, hablador, informal.

                   Se empeña en aparentar,

                   lo que no es capaz de hacer

ni como es capaz de obrar.

 

Según propia confesión,

es blando de corazón,

y difícil de engañar.

Admirado por su gente,

halagador, y  aparente

para asustar a la gente,

con  la que tiene que hablar.

En sus tiempos tuvo vicios,  

de los que ya no hay indicios,

pues se los borró la edad.

 

Rondando ya los cincuenta,

hizo examen de conciencia,

y  llegó a la conclusión

que  si se quería salvar,

tendría que abandonar,

cartas,  vicios, amoríos,

y dejar de ser impío.

Y hacerse un hombre formal.

 

Sentó tarde la cabeza,

dejó cartas, amoríos,

y dejó de ser impío.

Y se hizo un hombre formal.

En frecuentes ocasiones,

tiene viejas añoranzas,

y nos cuenta sus andanzas,

todo lo que él hizo, y más.

 

Satisfecho de sí mismo,

siempre se pone de ejemplo,

y le causa gran contento,

que en Ronda le den asiento

y lo ensalcen al llegar.

Y ahora, ya en la ancianidad,

reconocida su talla,

tras enconada batalla,

lo han nombrado concejal.

 

 

 

 

A  LOS  ASISTENTES  A  UN  CUMPLEAÑOS

 

 

Para poder celebrar

 con solemne orquestación

 la fiesta o celebración,

de su feliz nacimiento,

 fue,  y reunió en un salón

de  su viejo caserón, 

 a todo el Ayuntamiento.

 La fiesta fue la ocasión

para esta gran reunión,

  que por propia información

 tuvo una gran duración.

 Hubo mitin o sermón 

 de un concejal ilustrado,

 y hubo entre queso y jamón,

 pan moreno y  salchichón,

 vino y gran animación.

 Y me atrevería a afirmar,

que, en tanta solemnidad,   

 no se pudo descartar

  una broma ocasional, 

  ajena o coyuntural,

 que fuera a relacionar 

  la alegría y lo tomado,

 e hiciera subir el grado 

de  lo que allí se tragó.

 Ya que tan tarde acabó,

algo pues aconteció.

Algo pues quedó olvidado,

 algo que mi información,

 fielmente no reflejó.

Y que me deja mosqueado,

  con lo que allí sucedió.  

 

 

 

 

 A Jorge Tera Romero

 

         A Jorge Tera  Romero, maestro que fue de este pueblo y que en cierta ocasión, hace ya muchos años, venía a la escuela, armado con una escopeta, y muy preocupado porque un convecino suyo, apodado Gachas, le había amenazado con  matarlo,  durante una reunión en la cooperativa. En la escuela apenas hablaba, pensando siempre en la promesa que su convecino Gachas le había hecho. Obsesionado con la idea de que  de cualquier olivo, de cualquier alcantarilla, podría salir Gachas con su escopeta, y poner punto final, a su existencia.

 

         Lo veía tan preocupado, tan obsesionado, por algo a lo que a nadie nos preocupaba que tratando de quitarle hierro a aquello. En la escuela y durante el recreo escribí estos versos, que a continuación copio.

 

 

En la villa de Granátula,

 con motivo de las cuentas,

 que hace en la cooperativa,

 un honesto secretario

 que por nombre tiene Jorge,

 y que Tera se apellida,

ha surgido una disputa

pintoresca y divertida.

 

No se, si es cosa de aceite,

 o si es cosa de familia.

 El  caso es,  que otro,

en  Granátula,

con ya su vida cumplida,

dice: que a Jorge, se carga.

Que su vida está perdida.

 Y se acuerda de las gachas,

 aunque solo vea la harina.

 

Y,  aquí tenemos a Jorge,

 toda su tragedia encima,

 con Gachas en la cabeza,

 aunque coma otra comida.

 

 

 

 

A un aspirante a la alcaldía de mi pueblo

  

Al Señor Don Sancho.

Le quiero hoy hablar.

El me atacó un día,

porque una alcaldía

a mi me propuso,

para concejal.

Pero el tiempo pasa

Y  todo lo olvida.

Y  todo lo amansa.

Aunque siempre queda

alguna  señal,

alguna secuela.

Y ahora que él aspira

a cargo más serio,

viene a mi mente

algún improperio

con que él me  obsequió.

Hablaba Don Sancho,

si mal no recuerdo;

ya  que del periódico

donde me atacaba,

no me queda nada.

Sólo en mi memoria

alguna expresión.

Hablaba de la valentía,

y de la valía

que él presumía

debiera tener,

aquél que pusieran

a desarrollar

la dura tarea

de ser concejal.

Y tanto decía,

y tan mal lo hacía,

que, no más terminar,

tuve que pensar:

Amigo Don Sancho,

lo siento en verdad,

que siendo tan lento

escriba tan mal.

Pero me desvío

con viejos recuerdos

de algo poco serio,

de algo que pasó.

Y se me olvidaban

hechos más recientes.

Hechos procedentes

para terminar,

con la improcedencia,

con la inconsecuencia,

que supondría,

el que una alcaldía

la fuera a ocupar,

quien tanto pedía,

quien tanto decía,

se necesitaba

para concejal.

 

 

 

1 comentario

trobador -

Valentin a menudo leeré tus versos, poesías y relatos, es la manera que tengo de soñar, aunque bien es cierto que puedo menos que quiero.
Gracias amigo